«Un país del que poco o nada sabían»

30 abr 2024

(Antevíspera del Natalicio de Juan Bueno)

«Juan y [Loida] acomodaron... sus pertenencias en su [auto] Ford Falcon de color rojo y, armados de un mapa, se marcharon [de California en los Estados Unidos] a El Salvador —relatan los escritores salvadoreños Marvin Galeas y Carlos Clará en su libro sobre Juan Bueno titulado Sólo quedaban tres—.... Una vez pasada la frontera [de México], para [Loida] todo era distinto. [Ella] nunca había estado en América Latina.... [Durmieron] donde les sorprendía la noche, en pequeños hoteles y hospedajes... y algunas veces les tocó mal dormir en el auto....

»Por fin... poco más de dos semanas, llegaron a la frontera de Guatemala.... Un día de lluvia torrencial, ya avanzada la noche, la pareja... llegó a un viejo puente.... Justamente cuando Juan Bueno [se disponía a cruzarlo]... un hombre... [se acercó] con una linterna de mano con la cual les hizo una señal de alto.

—Señor —le dijo el extraño—, le ruego que no se aventure por el puente. El río está creciendo muy rápido, y la repunta lo puede agarrar a medio puente y arrastrarlo muy lejos.

Juan apagó el motor... [se asomó] a echar un vistazo... [y vio que] el río crecía a gran velocidad.... A su paso arrastraba ramas de árboles, basura [y] rocas....

—¿Qué podemos hacer? —[le] preguntó Juan Bueno al desconocido.

—Le sugiero que tome ese otro camino. Es más largo y escabroso, pero es más seguro.

—¡Mil gracias! ¡Que Dios le bendiga! —[le] dijo Juan al misterioso desconocido....

[Aquel] atajo [entre las montañas] era una especie de camino rural fangoso.... Por un par de horas avanzaron penosamente hasta que llegaron a una empinada pendiente. Juan... le dijo a su esposa:

—Toma el auto. Yo empujaré hasta que alcancemos la cima. Creo que lo podremos lograr....

El problema era que [Loida] no sabía conducir autos de cambios manuales, por lo que dijo que prefería empujar.... [Así que] Juan se sentó tras el volante, puso primera y pisó el acelerador. Por el espejo alcanzaba a ver... el rostro de su esposa con un gesto de esfuerzo máximo.... En unos minutos... el auto alcanzó la cima. Una sudorosa y satisfecha [Loida] se sentó a su lado y dijo simplemente:

—Continuemos.

Al atardecer del 11 de noviembre de 1961, Juan y [Loida] Bueno llegaron, cansados [y] con los huesos molidos, pero felices, a San Salvador.... Apenas habían pasado nueve meses desde que se habían casado, y ya Dios les había puesto [el] desafío [de vivir] en un país del que poco o nada sabían.... [Durante] el período de adaptación... Juan trabó una entrañable amistad... muy [especial] con Pablo Finkenbinder, conocido en todo El Salvador... como el Hermano Pablo.»1

¿Quién hubiera pensado que Juan Bueno llegaría a ser no sólo uno de los mejores amigos del Hermano Pablo en toda su vida, sino uno de los miembros más influyentes de la Junta de la Asociación Hermano Pablo en toda su historia así como en mi propia vida? Fue él quien le recomendó al Hermano Pablo que me eligiera a mí como sucesor, y quien de ahí en adelante se dedicó a apoyarme y animarme a fin de que no dejara de seguir esos pasos, señalándole el camino al cielo a todo hispanohablante que se dispusiera a escuchar mis historias, reflexiones y consejos.


1 Marvin Galeas y Carlos Clará, Sólo quedaban tres: El encuentro entre el Pastor Bueno y el niño vendedor de periódicos (San Salvador: Editorial Cinco, 2021), pp. 107-13.
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